UN TRAYECTO DE PURO ORGASMO
Yo aquí recordando la vez que volvía de la fiesta de cumpleaños de mi mejor amiga.
Era sábado, 03:30 de la madrugada, y yo iba vestida con una blusa, mini-falda, medias de rejilla hasta los muslos (solo cubrían un poco las piernas) y tacones de aguja. Muy elegante y sexy para la ocasión.
Después de un bailoteo entre amigas, decidí volverme a casa, a pesar del buen rollo de la noche. Una de las chicas se ofreció a acercarme pero prontamente se dio cuenta de que también iba pasadita de copas. Así que me tocó volver sola. Mala suerte!
Cogí, por mi aplicación, un taxi de esos que te ofrecen botellas de agua por cortesía. Recuerdo que el conductor era un chico de unos 33 a 35 años más o menos, delgado pero fuerte, un chico atlético aunque muy callado para lo que acostumbraba a ver en este tipo de transporte privado. Yo pensé que quedarse en silencio era lo mejor, ya que salía muy cansada de la agitada fiesta de esa noche.
Alcanzando los 5 minutos de trayecto me empecé a percatar de que por los retrovisores el guapo conductor, sacado de una de las pelis del transporter al estilo de Jason Statham, me miraba de manera tímida pero constante. De entrada, no le sostenía la mirada porque no quería que se desenfocara de la carretera tan fácilmente. He de confesar que las miradas eran insistentes, cautivadoras, que iban con la intención de provocarme, de excitarme, de sacarme los demonios, y creo que mis copas de más empezaron a hacer sus efectos.
Él me miraba, yo le miraba, y mientras las palabras hacían el intento de aparición, ni media palabra. Esta escena, repentinamente, empezó a avivar sensaciones morbosas en mí. Todo era muy sutil y delicado, aunque muy fuerte para que me esté pasando con un desconocido. Oh oh… Decidí entrar en el juego. ¿Por qué no?- Me preguntaba yo.
Lentamente me llevé las manos al broche de mi blusa haciendo un gesto como si me quitase algunas pelusas de encima. Ligeramente y con disimulo, empecé a desabrocharme la blusa para que él pudiera ver un poco más de mis atributos, resaltados por el azul zafiro de mi nuevo y sensual sujetador. Él no sabía que yo ya estaba muy caliente, que sus deseos, en esos momentos, se le hicieron realidad. Sin darme cuenta mis pezones estaban en punta y muy sensibles, empezaba a sentir un extraño calor que recorría mi cuerpo, teniendo en cuenta que el aire a condicionado del coche alcanzaba a refrescar mi piel.
Aquello me estaba gustando más de lo que debía. Ya no podía negar que estaba totalmente excitada y con ganas de vivir aquella increíble experiencia. Mientras transcurría el tiempo, yo me alejaba cada vez más de mi pudor y mi timidez. Aquello me empezaba a volver loca.
Algo a mi favor era que él no podía verme por completo ni todo el rato. Eso hizo que yo me animara a hacer cosas un poquito más calientes. Con las hormonas revolucionadas mi mente solo quedaba espacio para imaginar y actuar. Curiosamente me preguntaba qué pasaría si, mientras me muerdo los labios, me abro de piernas. ¿Y sabes qué? lo comprobé porque me volví loca de deseo y curiosidad. Ya estaba ahí muy abierta, corriendo el riesgo de que de pronto, mirara hacia atrás y viera lo que yo quería que viera, pero con disimulo.
Y pensé con la poca lucidez que me quedaba que, si no me puede ver, no hay a que temer. Inhalé profundo, luego exhalé buscando la manera desesperada de calmar mis nervios, porque yo ya sabía que el gesto que venía después era aún más fuerte y atrevido.
La idea era tocar mi entrepierna para, simplemente, comprobar qué tan húmedo estaba aquello, pero al tocar, mis manos se quedaron allí buscando ese punto donde el placer aumentaría con cada movimiento de mis dedos. Empecé a acariciar mi zona erógena mientras él me miraba intermitentemente. Algo que me ponía cada vez más caliente era imaginar su boca entre mis piernas. Y con esa idea, mis inquietos dedos se convirtieron en sus labios.
Mi lenguaje facial le describía todo lo que allí sucedía, lo bien que lo estaba pasando y cómo mi cuerpo se retorcía. Yo empecé a jadear sin miedo a lo que pensaría él después.
De un momento a otro y sin poder, ni querer detenerlo, estalló todo mi ser como cañón confeti en pleno fin de año. “¡¡Dios!! Qué locura!!” – fue lo único que salió por mi boca, con voz aireada y susurrada. Cerré mis ojos y por una desconocida razón volvió a mi una sensación de vergüenza, pero quedé plácida y dopaminada. Me entraron ganas de reír pero no quería que me viese cómo había quedado. Me arreglé un poquito la ropa, recuperé mi postura, centré mi mirada en el paisaje y no pude volver a mirar otra vez ese maldito retrovisor.
Ochocientos metros aproximadamente más adelante llegué a mi destino. Una señal de stop a diez metros de mi parada, me hizo entender que este era el fin de la maravillosa e inolvidable historia. También tengo que confesar que esta ha sido una de las mejores experiencias de mi vida (y ni siquiera me tocaron!).
Un punto que me dejó descolocada y confundida, fue que sus únicas palabras fueron: “¡Eres espectacular!”. Un gesto extraño pero perfecto.
Esa madrugada dormí como un ángel. Al día siguiente me puse la mano en la cabeza y me dije a mí misma “¡Qué loca estoy!” Nunca imaginé que esa noche me diera la oportunidad de vivir un capítulo en mi vida tan surrealista y perverso.
Espero que os haya gustado mi relato. Ahora soy una perseguidora de historias, así que, en cualquier momento, os cuento algunas más.
Gracias.
Att: S.M.
ME HA ENCANTADO ES UN RELATO MORBOSO Y EXÓTICO. ES COMO SI ESTUVIERA DENTEO DEL RELATO .
Muchas gracias por tu comentario. Nos alegramos de que te haya gustado 😉
Greetings! Very useful advice in this particular article! Its the little changes that will make the biggest changes. Thanks for sharing!